Por: Tania Orbe

El país prohíbe el cultivo de transgénicos en su constitución desde el 2008. Sin embargo, un banano transgénico se desarrolla en una universidad ecuatoriana mientras ciertos cultivos de soya OGM fueron denunciados en la costa.

Verde o maduro, guineo u orito, dulce o salado, el banano es un alimento primordial en la dieta de los ecuatorianos y el mundo. En Ecuador, se desarrolla esta planta transgénica en un laboratorio universitario de la la Escuela Politécnica del Litoral (ESPOL) pero no puede llegar al campo.

Justo en el 2008, cuando el país se declaró en su constitución libre de cultivos y semillas transgénicas, Efrén Santos, PhD en biología molecular, volvió al Ecuador para poner en marcha la investigación genética en banano. Obtuvo los permisos del gobierno y ya lleva 12 años dedicado a la transformación del genoma del banano para la resistencia ante las plagas. Sin embargo, su trabajo no puede salir del laboratorio debido a las prohibiciones legales.

Los transgénicos no tienen un buen concepto en el imaginario popular. “Son parte de un modelo extractivista. No los satanizo, no me van a matar pero son un instrumento más para dejar sin sustento a las familias campesinas”. Eso cree Germán Jácome, agricultor y presidente del Centro Agrícola Cantonal de Quevedo, en la costa ecuatoriana.

Quevedo es una de las capitales del cultivo de banano y palma aceitera en Ecuador. Es la ciudad más poblada de la provincia de Los Ríos (150 mil habitantes) aunque no sea su capital. Debido al crecimiento agrícola, ya no existen bosques nativos en esta zona tropical.

A sus 58 años, Jácome ha llegado a ser dirigente campesino y profesor universitario. Esa ha sido su lucha permanente: salir del campo a estudiar entre 14 hermanos y volver para dirigir el agronegocio paralelo a los grupos económicos de poder “porque aquí vivimos una narcoagricultura”, asegura con vehemencia pero también con temor.

El banano modificado desarrollado en la ESPOL es resistente a la sigatoka negra, una de las principales enfermedades tropicales en este cultivo. Hoy el equipo del Centro de Investigaciones Biotecnológicas del Ecuador (CIBE) de esta universidad cuenta con 20 plantas modificadas genéticamente.

Debido a la prohibición de cultivar, el investigador Santos está adecuando un invernadero como extensión del laboratorio en el campus de la ESPOL. Piensa sembrar en macetas grandes, tipo reservorios de agua de 500 litros, para que esté contenido el suelo.

Jácome tiene sus pequeños cultivos de banano en Quevedo, como parte de su huerta familiar, pues el mercado de exportación es controlado por la Asociación de Exportadores de Banano del Ecuador (AEBE), que agrupa a 43 empresas. Ecuador es el mayor exportador de banano en el mundo (33 % del mercado internacional), compite con Costa Rica y Colombia en la región. Según la AEBE, esta fruta representa el 3,84 % del PIB total y el 50 % del PIB agrícola Es el principal ingreso de exportaciones no petroleras para la nación, de acuerdo con el Banco Central del Ecuador.

Su colega del centro agrícola, Mario Macías, considera que como gremio campesino “no podemos decir si estamos en contra o no de los transgénicos”. Su mayor preocupación es el uso indiscriminado de glifosato, químico usado para controlar las malezas en los cultivos. En Quevedo, también se han encontrado cultivos de soya transgénica que fueron denunciados por la ONG Acción Ecológica ante la Defensoría del Pueblo. Nadie conoce a ciencia cierta quién distribuye estas semillas.

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Paradojas en la normativa ecuatoriana

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Paradojas en la normativa ecuatoriana

La Constitución del Ecuador (2008) declara al país “libre de cultivos y semillas transgénicas” en su artículo 401. Para Andrés Factos, coordinador de bioseguridad del Ministerio del Ambiente del Ecuador (MAE), “esa ambigüedad complica a todos porque si se prohíbe la biotecnología experimental, no podemos probar”.

Factos cuenta que apenas en el 2020 se ha logrado estandarizar los términos de bioseguridad, tras la aprobación del Código del Ambiente en el 2018. “El Código instaura el Sistema Nacional de Bioseguridad y promueve que, a través de un análisis técnico-científico, se tomen las decisiones frente a los transgénicos”.

Pero, para la PhD en biología molecular, María de Lourdes Torre, en Ecuador los transgénicos son un tema perdido. “No deben estar en la Constitución sino en las regulaciones”. La Ley Orgánica de Agrobiodiversidad, Semillas y Fomento de la Agricultura Sustentable, vigente desde el 2017, no significó un avance en ese sentido, para la investigadora, aunque promueve el estudio en laboratorio.

De las prohibiciones al consumo

Desde el 2013, en Ecuador está vigente el Reglamento Sanitario de Etiquetado de Alimentos Procesados para el Consumo Humano. Esta normativa exige que se coloque en la etiqueta del producto si contiene o no transgénicos. Embutidos, galletas, snacks son algunos ejemplos. Son productos hechos en Ecuador pero sus empresas fabricantes importan harinas de maíz y soya transgénicas, en ciertos casos, para elaborarlos.

Paradójicamente, la importación de materia prima transgénica no está prohibida. “La soya y el maíz transgénicos son más baratos porque se producen a gran escala en el mercado internacional y se los usa para alimentación de pollos, chanchos y ganado”, explica Elizabeth Bravo, coordinadora de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos y miembro de Acción Ecológica.

El investigador Santos cree que echar la culpa a los transgénicos de los problemas en la biodiversidad es erróneo. “El problema empieza con los monocultivos. La resistencia a los insecticidas se parece a su propio uso”.

Darwin Matute, dirigente de la Federación Nacional de Trabajadores Agroindustriales, Campesinos e Indígenas Libres del Ecuador (Fenacle), está convencido de que los transgénicos son un veneno que están matando al ser humano a largo plazo. “La producción debe ser más agroecológica que defienda la salud”. La Fenacle representa a 30 mil trabajadores agroindustriales en Ecuador.

En esta corriente agroecológica, trabaja desde el 2002 la Red de Guardianes de Semillas del Ecuador. “Proponemos modelos integrales de producción limpia y libre de tóxicos. Educamos a la población en el cultivo y la producción de alimentos sanos”, explica Javier Carrera, su fundador y coordinador social.

Su colectivo se opone a los transgénicos porque, según Carrera, son una forma de concentración de poder, están ligados a la industria agroquímica y no tienen un objetivo real de ayudar a la población.

En el país, el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIAP) tiene el objetivo de propiciar la transferencia tecnológica a los agricultores. Su investigador principal, Eduardo Morillo, admite que las leyes no han favorecido la investigación por falta de decisión política.

A pesar de eso, el INIAP trabaja en el esquema tradicional de mejoramiento genético con frutales, cultivos andinos, cereales, pastos, etc. Entre los cultivos destacados investigados, figuran la papa, el cacao fino de aroma, el frijol, la naranjilla y el tomate de árbol. Morillo sostiene que al agricultor no le interesa cómo se obtuvo la planta mejorada sino que esa planta sea más resistente. “El país tiene la materia prima: la biodiversidad. La biotecnología permite sacarle provecho y su valor es inmenso”.

Pero el campesino Jácome es escéptico frente a las promesas de la investigación científica. Como líder agrícola, pudo viajar a Japón para aprender sobre la captura de microorganismos y la agricultura sostenible, conceptos que transmite a su comunidad desde el centro agrícola. Él combina el cultivo forestal con el activismo agrícola y está convencido de que los transgénicos arrebatan la tierra, la libertad, la cultura y la comida a los campesinos.

Mejoramiento agrícola

En Ecuador, las percepciones están polarizadas. Hoy se habla más de edición genética que de transgénicos, es decir, no de la introducción de genes de otros elementos sino de la modificación de los genes propios.

“Si cambia la tecnología a edición genética, queda obsoleta la discusión sobre los transgénicos. Pero, con cualquier nueva tecnología, hay que promover el cuidado de los ecosistemas”, dice Mauricio Proaño, exasambleísta de la Comisión de Soberanía Alimentaria y Desarrollo del Sector Agropecuario y Pesquero de la Asamblea Nacional del Ecuador.

A Proaño, más que los transgénicos, le preocupa la pobreza en el sector rural que llega al 40 % y el desempleo juvenil rural ya que el 35 % de las familias agropecuarias en Ecuador depende de otras actividades que no son agropecuarias como el turismo, el transporte, la minería y otros servicios.

Mientras tanto, aún sin la legalización de los transgénicos, el monocultivo arrasa con el suelo y el equilibrio ambiental. En Quevedo, Los Ríos, la palma y el banano cubren casi todo su territorio. Su posición geográfica en el eje Manta - Manaos es estratégica para impulsar el extractivismo. Eso cree Germán Jácome. Ya con su cabello y barba canosos, se muestra incrédulo ante la investigación y decepcionado de la inequidad porque la Covid-19 también pasó factura a su familia y hoy lleva el luto de su madre.

Cultivos ilegales de soya identificados en Ecuador

Fuente: Acción Ecológica